ARTÍCULO DE RESEÑA
DOI:
https://doi.org/10.24142/raju.v14n29a14
Revista Ratio Juris,
Vol. 14 N.º 29 (julio-diciembre de 2019),
pp. 311-316. © UNAULA ISSN: 1794-6638 / ISSNe: 2619-4066
Recibido: 20 de junio de 2019 - Aceptado: 15 de agosto de 2019 - Publicado: 30 de diciembre de 2019
Politólogo de la Universidad del Tolima. Maestro en Sociología Política del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, Doctorado en Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana (México). Analista político y columnista del periódico El Nuevo Día (Colombia) y Rebelión.org (España). Correo electrónico: caperafigueroa@gmail.com - http://josecaperafigueroa.blogspot.mx/
A la memoria del maestro/filósofo Álvaro B. Márquez-Fernández (1952-2018)
La necesidad de seguir promoviendo temas “no” vistos de forma positiva por los grupos cerrados del poder, y aquellos que han hecho de la academia grupúsculos tradicionales, sistémicos y funcionales a los intereses de los de arriba, se constituye en una apuesta de ir a contracorriente de esos tipos de historias y asumir un compromiso ético-político en función de las luchas, los sentimientos y las emociones de los grupos de abajo.
Precisamente, es la propuesta que configura el “senti-pensar/acción” del libro escrito por la pensadora Zulay C. Díaz Montiel,1 la cual parte de establecer un diálogo abierto con la obra/pensamiento e ideas del filósofo cubano Raúl Fornet-Betancourt en el campo de los estudios interculturales, la intersubjetividad y la interpretación de los discursos de las culturas desde la filosofía latinoamericana. La responsabilidad realizada por Díaz Montiel se constituye en un estribo que impulsa “otras” discusiones enfocadas a repensar una episteme congruente con la praxis y la condición humana de los de abajo.
La narrativa expuesta plantea un hilo analítico que constituye la capacidad dialógica de los sujetos entre las culturas, lo que implica un punto de enunciación que permite reconocer la existencia de un proceso comunicativo polifónico e intercultural, ya que genera las condiciones necesarias para instituir una lógica hermenéutica basada entre el intercambio horizontal de las culturas, a partir de la condición emancipatoria del sujeto, en su propio espacio de existencia/resistencia, por otra realidad social más acorde con el buen vivir en comunidad.
El proceso teórico realizado por la pensadora Zulay Díaz se convierte en una columna de gran envergadura, debido a que reconoce la importancia que representa, en el espacio epistémico, la perspectiva intercultural, descolonizadora y subalterna, puesto que pretende ir más allá de la dimensión normativa, lineal y vertical de concebir la cultura como un dispositivo de imposición funcional a los intereses de los grupos hegemónicos.
Por el contario, la apuesta del libro radica en establecer un diálogo horizontal desde los principales preceptos que configuran el pensamiento filosófico de Fornet-Betancourt, el cual basa parte de sus teorías en la necesidad de superar la noción eurocéntrica del conocimiento y dar paso a un canal de convergencia intercultural que tenga la posibilidad de comunicar las corrientes conceptuales entre los escenarios fundamentales/conflictivos de Europa y América Latina. Así pues, Díaz Montiel plantea un ejercicio hermenéutico de larga duración, basado en el análisis del discurso filosófico y el rol esencial que constituye la praxis del sujeto por promover un quehacer solidario, colaborativo y social que permita la interacción desde y con la otredad en medio de sus diferencias socioculturales de fondo, es decir, una praxis ética intercultural.
La discursividad concebida en la obra de Díaz se forja como un campo epistémico de carácter contrahegemónico, el cual irrumpe con las discusiones tradicionales, lineales y monolíticos de analizar la cultura, y se funda en una propuesta alterna que va en función de un “logo” de enunciación que asume la interculturalidad como un proceso sociopolítico legitimado por las demandas, las necesidades y sentires de los grupos subalternos y los medios populares en los espacios públicos democratizados.
En efecto, la necesidad de promover el uso democratizado y horizontal de los poderes populares simboliza un diálogo intercultural, que parte de la condición particular del sujeto, aunque apuesta por impulsar la constitución de un espacio de encuentro, desencuentro y reconocimiento desde la condición de libertad, crítica y praxis ética de los sujetos en un escenario de debate, reflexión y divergencia frente a la lógica individualista, utilitaria y tradicional orientada a deslegitimar y desprestigiar las razones, afectos y sentimientos del otro, al ser un nosotros permeados de valores, historias y narrativas pluriverbales y de buen vivir en comunidad.
La emergencia de reconocer un sujeto dialógico que pueda constituir un conjunto de narrativas, las cuales responden a su contexto inmediato y de procesos interculturales, desde y con la otredad, se constituye en la posibilidad de asumir una praxis ética en el plano convivencial y político, a partir de la dimensión de las luchas/resistencias por otras realidades alternas y polifónicas ante la crisis sistémica. A su vez, permite plantear una propuesta que va en contravía de los discursos oficiales, institucionales y mediáticos que hacen de la interculturalidad un instrumento de dominación por parte de las élites, lo que deja a un lado el sentido real de construir otros posibles escenarios que le hagan peso a la crisis civilizatoria de nuestra época.
Por tal motivo, la interculturalidad que asume Díaz, de forma horizontal, desde la dimensión epistémica del pensamiento de Fornet-Betancourt, personifica un campo epistémico que irrumpe con las discusiones modernas/coloniales, dándole sentido a las experiencias del sujeto colonizado y los pueblos sometidos a las violencias, el despojo y la miseria por parte de los grupos hegemónicos en los territorios. Lo que simboliza un salto revolucionario hacia una concepción de la filosofía intercultural, que ve al mundo como una construcción de oportunidades culturales, desde la praxis dialógica entre iguales y desiguales por fundar otra realidad que haga peso a las problemáticas estructurales de las sociedades sometidas a la racionalidad instrumental propia del sistema capitalista.
La obra de Z. Díaz nos lleva a plantear un cúmulo de narrativas epistémicas que contribuyen a la construcción de discursos afines a las necesidades/luchas de los grupos de abajo. Puesto que reconocen un tipo de filosofía utópica que permite examinar la interculturalidad como aquellos procesos de larga duración construidos desde las dimensiones social-racional-afectiva-emocional del sujeto, en el marco de un pensamiento utópico que sea congruente con pensar desde la reflexión otro espectro posible del mundo, más allá del velo abismal de la modernidad/colonialidad.
Esto denota un punto de enunciación crítico, el cual considera la experiencia del sujeto como una dimensión intersubjetiva que sirve para constituir herramientas, esquemas y concepciones propias de una praxis transformativa, de resistencia y popular al servicio de las luchas de los grupos subalternos, siendo el reflejo de tomar una conciencia política orientada a la posibilidad de ir en contravía de las narrativas oficiales, burocráticas e instruccionales del poder hegemónico/colonial de las sociedades modernas.
La presente obra está compuesta de la siguiente forma: en el primer capítulo se habla sobre “el logos filosófico en su praxis intercultural”, lo que significa reconocer la jerarquía de los estudios interculturales en diálogo con otras disciplinas de las ciencias sociales y las humanidades, al mismo tiempo su rol epistémico al ser un tema pertinente en los debates contemporáneos de las ciencias en el Sur-Global.
En el segundo capítulo, denominado “Intersubjetividad intercultural”, Díaz se propone una discusión epistémica sobre el “Yo-Tú y él Nos-otros” desde la dimensión de una hermenéutica intercultural en Latinoamérica, lo que deviene en proponer la existencia de una pluralidad teórica, conceptual y metodológica que logre cohesionar, desde una dimensión dialógica, crítica y autocrítica, la condición de las culturas inmersas en un mundo globalizado.
Con respecto a la tercera parte del libro, intitulada “Diálogo intercultural”, se logra dar el salto hacia una construcción epistémica desde la condición subalterna del sujeto, lo que podría reconocerse como un insumo a las narrativas que configuran los estudios de(s)coloniales; por un lado, asume la importancia de pensar el plano interdiscursivo y convivencial en el acuerdo dialógico con el otro, enfocado en la constitución de una praxis de liberación hacia y con los de abajo. Por otro, la necesidad de reflexionar sobre el sujeto que se desprende en el proceso del diálogo intercultural, a partir de la emergencia por cuestionar la modernidad/colonialidad, para así proponer la necesidad de un pluriverso que sea congruente con las luchas/demandas de los actores subalternos. Por ende, esboza la necesidad de superar el imperio teleológico y dar sentido a la condición sociocultural de la alteridad.
En el último capítulo la autora se centra en la concepción de una ética intercultural, la cual pueda articularse con los fenómenos recientes: violencia, corrupción, miseria, deshumanización y la crisis sistémica de carácter civilizatoria, entre otras. Por ello, reconstruye una discusión sobre el derecho humano a la convivencia intercultural de un “Nos-otros”. Aquí bosqueja la necesidad de una praxis política desde la condición de la otredad, siendo posible identificar la dimensión que denota la interculturalidad a partir de una apuesta hacia una sociedad justa, ética y digna en función de las luchas socioculturales de los de abajo.
La obra de la filósofa venezolana Zulay Díaz se constituye en un referente en el campo de los estudios interculturales críticos, aquellos que están enfocados en repensar las relaciones de dominación, explotación y utilitarismo que existen en nuestras sociedades. Lo que implica ir más allá de la lógica instrumentalista propia de la modernidad-capitalista, para dar el salto hacia una perspectiva de descolonizar las relaciones patriarcales, sexistas y coloniales que per-existen en nuestros tiempos. De esta manera, aspectos como la autonomía, la libertad, los derechos humanos y la dignidad se instituyen en los pilares que configurarían una perspectiva alterna sobre la interculturalidad, que haga peso a la visión normativa/burocrática propia de la alineación de los discursos por parte del neoliberalismo.
La apuesta de nuestra realidad caótica y sumida en un mundo de complejidades y crisis, nos remite a una esfera en donde los espacios coactivos logren ser un canal de transformación política, que pueda servir como una plataforma de denuncia, lucha e información popular, siendo el reflejo por superar la cultura colonial, dominante y represiva que ha constituido el pensamiento moderno/colonialista propio del capitalismo. Al mismo tiempo, se convierte en un espacio que interpela la noción de las prácticas de la interculturalidad, pensada desde la noción del sujeto “civilizado”; así se asume el reconocimiento/legitimidad de la alteridad desde su propia condición humana y sociocultural, la cual parte de la diferencia desde la otredad en la esfera pública/privada de la sociedad.
En últimas, el libro de Díaz, Raúl Fornet-Betancourt: intersubjetividad, diálogo y ética intercultural. Una interpretación desde la filosofía latinoamericana, nos permite reconocer la vitalidad epistémica que implica categorías analíticas como la ética intercultural, la intersubjetividad de la realidad subalterna y el diálogo abierto/horizontal con la otredad, siendo un tema de gran relevancia en las ciencias sociales, a partir de la discusión recíproca con el filósofo cubano, lo que implica lograr legitimar el sentido de las transformaciones interculturales desde la condición de una filosofía latinoamericana.
Parte de estos argumentos y reflexiones se logran describir en la obra de nuestra pensadora del Sur-Global, la cual queda en deuda con sus lectores, ya que podríamos solicitarle una segunda versión de su texto, pues sabemos que vivimos tiempos difíciles, en donde las derechas e izquierdas sistémicas siguen desconociendo las luchas/demandas de los movimientos, colectivos, pueblos y organizaciones (sociales, indígenas, negras, populares y campesinas) que exigen otros mundos posibles, necesarios y urgentes donde podamos coexistir en una dimensión de ética intercultural desde y con los grupos subalternos en sus territorios.
Zulay C. Díaz Montiel (2017). Raúl Fornet-Betancourt: intersubjetividad, diálogo y ética intercultural. Una interpretación desde la filosofía latinoamericana. Brasil: Nova Harmonia.
1Zulay C. Díaz Montiel es investigadora del Centro de Estudios Sociológicos y Antropológicos
(CESA) de la Universidad del Zulia (Venezuela). Actualmente, es directora de la prestigiosa
Revista Utopía y Praxis Latinoamericana.
Véase: https://produccioncientificaluz.org/index.php/utopia/pages/view/equipoeditorial