ARTÍCULOS
Yovanny Biancardy Álvarez Ossa | Gestor cultural Comuna 13. Correo electrónico: b-ancar@hotmail.com |
Recibido: 20 de agosto de 2017
Aceptado: 20 de septiembre de 2017
Publicado: 31 julio de 2018
Resumen
Las reflexiones que presentamos en esta ponencia devienen de las indagaciones realizadas como parte de los proyectos de investigación que presentamos para optar al título de Licenciatura en Educación Básica con énfasis en Ciencias Sociales de la Universidad de Antioquia. A partir de la pregunta por el vínculo entre construcción de paz y las realidades interculturales presentes en los escenarios educativos, retomamos tres experiencias de construcción de paz y resistencia desde las comunidades étnicamente diferenciadas de nuestro país para analizar las posibilidades que presentan para transformar relaciones y contextos desde su inclusión en la configuración de la llamada ''Cátedra de la paz''.
Palabras clave: Proceso de paz en Colombia, comunidades indígenas, comunidades afrocolombianas, pueblo Rom, Cátedra de la paz.
Abstract
The reflections that we show in this presentation come from the investigations made as part of the research projects that we presented to obtain the bachelor’s degree in basic education with emphasis in social sciences from the University of Antioquia. Based on the question about the link between peacebuilding and the intercultural realities that are present in the educational scenarios, we retake on 3 experiences of building peace and resistance from the ethnically differentiated communities of our country to analyze the possibilities they present to transform relationships and contexts since its inclusion in the configuration of the so-called ''Teaching of peace''.
Key words: Peace process in Colombia; Indigenous communities; Afro-Colombian communities; Gypsy People; Teaching of peace.
Ellos caminaban por las calles, eran los fantasmas de la noche. Sus risas, sus pisadas y sus sueños cubrían todos los espacios, lo decoraban. Eran la metamorfosis de un mundo decadente que esperábamos llegara a su final. Es extraño que para muchos ese fuera nuestro pasado: incierto, misterioso, creador.
SLos fantasmas despiertan temores, también curiosidad, se quiere saber de ellos pero no queremos encontrarlos. Se dividen las posturas, la vida binaria nos exige pensar si son buenos o son malos, no hay intermedio. Para aquellos seres nocturnos que habitaban y habitan las calles de las comunas 1, 2, 3 y 4 en la ciudad de Medellín, ser considerados ''espectros'' ha sido un asunto que deben sobrellevar.
Más allá del horizonte del lugar en que vivíamos cuando éramos jóvenes. En un mundo de imágenes y milagros nuestros pensamientos se estrellaban constantemente. Y, al sonar las campanas de la división, había comenzado el largo camino de la vida. Una banda furiosa seguía nuestros pasos. Antes de que el tiempo nos arrebatara nuestros sueños y nos dejara una vida consumida en un lento descenso. El césped era más verde. La luz era más brillante. Con amigos rodeando las fogatas en las noches de paseos.
La utopía permite caminar, esa es la referencia más común cuando se usa este concepto. Allá donde se fija la mirada para llegar está el impulso vital para seguir el recodo, aunque el cansancio del recorrido a veces conlleve el abandono. Ya transcurrían los años ochenta, principios de los noventa, y para la ciudad la utopía se resistía a desaparecer, las expectativas de una vida sin controles propulsaban las acciones de algunos jóvenes para no caer en las macabras redes del sistema social imperante. Eran como los demás, seres de carne y hueso, jóvenes que seguían siendo protagonistas, porque los asesinaban, perseguían y desparecían o porque era precursores de cambios sociales, de nuevas formas de participación comunitaria y política.
De ellos y de las ''comunas'' surgieron las propuestas para la protección del medio ambiente, de la vida tranquila en los barrios, de la música como opción para desarticular la violencia. Algunos jóvenes encontraron en su camino a los dioses del rock-and-roll, del punk, del metal; eran visionarios de otros tiempos y espacios, eran los antiguos elegidos de los azares del destino creador.
Atado y prisionero, mis ojos perseguían
Fantasmas que escondían
La oscura realidad como un secreto
Un mensaje vestía luto
En un muro que decía
Aun crees en las mentiras
Muñeco eres hoy de carne y hueso
Prisionero fantasmal
Olvide de ser real Sometido en el progreso
Me encontré frente a un espejo
Prisionero fantasmal
No soy real, no soy real
Si soy el eco y no el grito
No soy real
Como un muñeco de hilo
No soy real
Si soy fantasma aún vivo
No soy real
Si no protesto... ¡no soy real! Bajo monstruos de concreto La miseria vi escondida
Y sus sombras ocultaban
Los sueños, sentimientos, hombre y vida
(Letra de la canción Soy real de la agrupación
de rock antioqueña Kraken, 1987)
Empezaron a agruparse en colectivos culturales y en organizaciones juveniles. Las fuerzas de control señalaban a la zona nororiental como el epicentro donde se irradiaba todo el pensamiento contracultural de la ciudad, un lugar para temer y señalar. Se advertía que los nacidos para ser una utopía tenían un gran dominio de los nuevos conocimientos transformadores. Otra vez, los jóvenes eran el centro de atención.
En la ciudad surgieron grupos musicales de todo tipo; a mediados de los noventa se fundó Opikus, un grupo de rock pop latino de la Comuna 3, Manrique, Estado Perfecto, grupo de rock fundado en 1995, Estigma pospunk fundado en 1990; surgieron también Nepentes, La 45 y Pestes, grupos pioneros del punk ''medallo'' participante de la recopilación de Rodrigo D (Gaviria, 1986). La creatividad y el furor de las energías juveniles daban sus frutos en estas agrupaciones que, además, se convirtieron en banderas de la ola contracultural de la música paisa.
Sus expresiones a través de la música eran un arma letal que contrarrestaba las normas del autoritarismo; eran la resistencia a la violencia, impuesta a las comunidades de la ciudad. La contra al miedo y al silencio imperante.
En la nororiental unos danzaron y otros cantaron; muchos actuaron para romper el cerco de la ignominia que rodeaba sus vidas, la agonía de la muerte se empecinó en quedarse, pero ya era algo que se podía combatir con el despertar a un nuevo sueño, con la fuerza creadora del arte que tomaba forma de instrumentos, voces, estéticas, apariciones públicas y seguidores.
Los sueños de los fantasmas de la noche eran de color ocre y la utopía era su alternativa para seguir. Para transformar el mundo era preciso aparecer, surgir de la oscuridad, tomarse la vía, acaparar los parques, incomodar la cotidianidad con sus estéticas, con sus estridentes grabadoras, con el vaho del licor y el humo. Medellín vivía las disputas de las pandillas, otros, también jóvenes, armados, imponiendo su ley en los barrios marginados donde co-habitaban con la música. Al contraste de esta violencia se expandía una nueva propuesta cultural, mientras más ejércitos de sicarios convertían la vida en una pesadilla surgían más jóvenes artistas a los que llamaron anarquistas, porque renegaban de esa realidad.
Caminando por las calles sin saber a dónde voy
sin angustias ni problemas
libre del sistema estoy.
El sistema nos aliena y nos quiere consumir
con promesas, con dinero
y ambicion nos llenarán
Dinero... angustias
Dinero... problemas
Dinero... sistema
Nuestro dios es el dinero
y sin él el hambre está,
toca que antes te asesinen sin poderlo disfrutar
lo deseas, lo acaricias y por él la vida das
el sistema lo ha creado
y tú lo conservarás
Dinero... angustias
Dinero... problemas
Dinero... sistema
Soy producto del sistema que se quiere rebelar
y mostrarle a todo el mundo cual es nuestra realidad
Dinero... angustias
Dinero... problemas
Dinero... sistema
(Letra de la canción Dinero de la agrupación de punk Pestes Mutantex, 1988)
Echaron a rodar su imaginación, crearon y difundieron nuevas formas y ornamentos para este mundo decadente y simplista, opusieron resistencia de tal manera que su ingenio desafió el totalitarismo característico de un mundo sin sueños. Sus anhelos superaron las expectativas, no esperaban fama, ni público, ni opulencias; bastaba con una vida tranquila, sin tiempos, sin afanes, sin guiones, sin marcos culturales; fueron precursores del cambio, dominadores de una nueva realidad que convivía con la ya conocida, estaban listos para ser aún más atrevidos.
Creyeron que la libertad había llegado, que ya se podía decir cualquier cosa sin temor a la persecución y el exterminio. Al final, fueron etiquetados como la generación del no futuro, con armas o con baquetas, para la ciudad del momento eran la representación de la sospecha y el peligro, eran el símbolo del desorden, del caos, no tenían sueños, no había esperanzas.
Nuestra sociedad está marcada por la injusticia y la mentira que legitima la violencia en nuestras comunidades; centenares de jóvenes o tal vez miles, siguen muriendo por tal actitud de desprecio a la diferencia: se mata al punk, al metalero, al rapero y al libre pensador, a todo aquello que no se ciña a la conducta de pasividad y sometimiento que tradicionalmente nos enseñaron nuestros padres y abuelos.
Lo diferente produce más miedo que los fusiles que suenan a diario en nuestros barrios. Pensamos, como queriendo hacerlo realidad, cuando será el día en que nuestra ciudad se pueda hablar y actuar libremente, sin tener el miedo latente del arma que vigila todas nuestras acciones (fragmento diario del autor de los años noventa).
Esta dinámica de la posmodernidad urbana se presentó de la manera más dramática en Medellín. La juventud de la nororiental estaba en medio de las balas por el control del territorio o, sería mejor decir, ¿por el control de sus vidas y sus cuerpos?
Se les señaló como extraños, ajenos a la cultura paisa, herejes de las buenas costumbres católicas. No cumplían el estándar, sus formas eran fantasmagóricas, despertaban las sensaciones viscerales más diversas. El punk, el metal, el rock y el hip-hop cargaban la imagen del desprecio sobre sus hombros, sus convenciones, sus gustos, sus estéticas asociadas con lo negro, vetado históricamente, impulsaron a los anarquistas para que siguieran en expansión, aun en contra de todo pronóstico.
La imagen de los jóvenes era la reivindicación del estereotipo punk londinense de la década de los setenta, botas con platinas, yines rotos, camisetas estampadas con consignas antifascistas, peinados mohicanos con un sutil aire de rebeldía y actitud de servicio a las causas más nobles y pacifistas.
Los amigos de la utopía empezaron a desaparecer, era como si, súbitamente, sus sueños perecieran. La imaginación empezó a extinguirse, los amos del poder alistaron sus armas para disparar la amargura del odio, los jóvenes que nacieron para ser Otros se aferraron a sus sueños porque en el trasfondo de sus prácticas artísticas estaban los ideales, la transformación, las críticas a una sociedad homogeneizante y avasalladora.
Eran los mismos jóvenes que crecieron en medio de un mundo dividido, un mundo agreste donde la norma es la supervivencia, sobrevivir a como dé lugar; pero su premisa de vida les alejaba cada día más de un mundo que uniforma y excluye. Desde muy temprana edad sintieron el gusto por el arte, la solidaridad y las formas diferentes que brindaban lo colectivo, la identidad compartida, la compañía casi eterna de una esquina propia con otros que también fueron señalados. Era como si en el ocaso de los días los hilos creadores brindaran otras formas para habitar, para recrear, para ''sollarse'' la vida; la incomprensión de una sociedad intolerante se volvió halo de energía para tocar, cantar y gritar con más fuerza, aunque pareciera inaudible la palabra lanzada.
Un día comprendieron que su magia debía ser compartida con otros jóvenes que estarían viviendo lo mismo; decidieron crear espacios de reunión, era el encuentro de los nacidos para la utopía, querían unir a esos seres que podían ver más allá de lo conocido, de lo revelado, acompañar a aquellos que empezaban el camino solitario, oscuro y misterioso de la diferencia cultural. La realidad era algo agobiante para estos seres, palparla y creerla era cada día más difícil, convencidos de sus propias maneras, de sus ideales de vida juvenil, de la claridad de no hacer sonar las balas como música barrial, de crear vivencias distintas en medio de lo mismo. Tomaron sus grabadoras, casetes de cinta, baquetas, baterías y guitarras para hacer sus propios modos, para crear sus propias formas de existir.
La Comuna 1 se ha caracterizado por tener buena representación de grupos artísticos y culturales de gran proyección; sin embargo, en años anteriores se carecía de una iniciativa organizativa que permitiera el fortalecimiento y la consolidación del sector cultural y artístico en la zona.
Estrategias y espacios de participación y proyección artística y cultural fomentados con recursos del programa de Planeación Local y Presupuesto Participativo han permitido el acercamiento, reconocimiento e intercambio entre personas, grupos y organizaciones que trabajan en el área artística y cultural.
En el año 2006, con los recursos de Presupuesto Participativo, se prioriza, para la Comuna 1, el desarrollo del Proyecto Fortalecimiento de la Red Cultural, con el objetivo de desarrollar un proceso de formación e investigación con líderes, lideresas y organizaciones culturales, por medio de la realización de talleres, foros y eventos para la dinamización de procesos comunicativos, la contribución a la conformación de la Red de Cultural y el fomento de valores culturales.
Como resultado de este proceso se conforma el Comité Impulsor de la Red Cultural de la Comuna 1, el cual viene estructurando una propuesta organizativa que permita desarrollar acciones de fortalecimiento de las capacidades internas y externas de los miembros de la Red, a través del intercambio de saberes, la cualificación artística y la generación de espacios de participación comunitaria que les otorgue un reconocimiento importante como dinamizadores del proceso de desarrollo local.
La red de la Comuna 2 es un espacio de trabajo común, sin ánimo de lucro, conformado por instituciones artísticas, culturales y educativas de la Comuna 2 de la ciudad de Medellín, que tiene como fin el fomento de políticas, planes, programas y proyectos culturales que propicien una mayor integración de la comunidad, y favorezcan la generación de oportunidades para la participación efectiva de las niños, niños, jóvenes y adultos mayores en la vida cultural.
La Red Cultural de la Comuna 3 está en la tarea de movilizar la cultura artística de sentido social cultural, y convencidos que por medio de las expresiones artísticas se puede incidir en la transformación de las acciones que van en contravía del desempeño correcto de una sociedad.
Hablar de la Red Cultural de la Comuna 4 es hablar de habitantes y organizaciones que a través del arte y la cultura hacen un punto de quiebre en su historia para transformar el imaginario de una ciudad que los lee en hechos violentos. Es hablar de un cambio que reconstruyó el valor de trabajar en comunidad con los vecinos, amigos, pares y familiares del barrio; de situar y reconocer en lo cercano el valor del otro, la otra y lo otro. Del surgimiento de una generación de líderes culturales, artistas e iniciativas colectivas de sus participantes para la creación de proyectos. De espacios inmateriales y ambulantes como referentes en su presente sociocultural tras el fortalecimiento de sus artistas, grupos, gestores culturales y organizaciones. Donde sus objetivos no se piensen solo para una comuna que tiene escenarios adecuados que la hacen referente de ciudad, sino que proponen como proyecto el ejercicio colectivo de articulación en Red con propuestas de integración, creación de organizaciones culturales y reconocimiento de sus integrantes, que contribuyan al desarrollo social y cultural de la Comuna 4 Aranjuez (Red Cultural, Comuna 1, 2018, Comuna 2, 2009, Comuna 3, 2018, Comuna 4, 2011).
Los jóvenes de grupos musicales de la zona nororiental se convirtieron en auténticos dueños de su destino, seres capaces de descomponerlo todo, se quedaron en la periferia y la transformaron con sus formas y figuras, aunque estas se escaparan de la compresión de lo establecido. Por ello, asumieron el costo: persecución, señalamiento, aniquilación, destierro.
Y los nacidos para ser una utopía entendieron el mensaje, decidieron enfocar sus fuerzas en la revitalización de los espacios donde vivían, surgió la resistencia a la muerte que estaba camuflada en la desesperanza de las mentes de hombres y mujeres que padecieron los tiempos difíciles, que llegaron a perpetuar el miedo en los barrios de la ciudad.
Este paso trascendental conjuró la magia que se necesitaba para dar vida a otras verdades que empezaron a emanar. Se construyó un nuevo código social, una forma única para promulgar el cambio. Los que lo construyeron serían hombres y mujeres que lucharon durante años por un nuevo aire, un nuevo aliento para seguir andando.
La utopía revitalizó a otros tantos que serían los nuevos líderes, al tiempo que los ideales y sueños se hacían realidad, aunque a veces se viera obstaculizada, los parques, los barrios y la ciudad se llenaron de música, de sabiduría juvenil que emanaba de la tierra misma.
Los sonidos transformadores se alimentaron de la realidad para proyectar los himnos de la resistencia a la agonía de la muerte, los amos del poder echaron mano de las doctrinas que irrigaban sus espíritus de avaricia y que los inspiraban al engaño con el cual confundirían a las masas.
En la actualidad, existen diversos grupos culturales en la zona nororiental que se alimentan de los soñadores de los ochenta y los noventa, que reconocen el camino abonado y la fuerza de sus intenciones: Nariz obrera, Hip-hop family, Manrique sonoro, Los hijos del segundo patio, Hip-hop Comuna 4, Raíces, y Antígonas.
Y la utopía era, es y será el camino. La inconformidad invita a transformar un espacio sin espacio donde se retorne a la unificación y la unidad sea diversa.
Ritmando y ritmando en las noches apostamos nuestros destinos.
No somos marginados y angustiados,
Somos músicos mal entonados al destino desafortunado.
Pero nuestro mal entonamiento, no es contra lo legítimo.
Pues lo ilegítimo es lo que las mayorías legitiman.
Ya no sabemos qué decir, solo sabemos que hay que vivir, porque al morir
no reviviremos nuestro destino sin sentir. Algunos moríamos por sentir
alguna angustia
Como el amor desafortunado de Medusa, decapitada por Perseo.
No somos los hijos de los perseguidos que vinieron
Y se quedaron afligidos, esperando un silbido para marchar a su nido.
Tampoco somos los mismos paganos errantes al garete,
No echamos humos en el diván y no esperamos a los que se van,
Porque estamos confiados
Que vendrán los buenos tiempos al despertar
Y los fantasmas de la noche ocuparon todo, lo subsumieron todo. Es extraño que para muchos jóvenes ''lo que ya pasó hace dos décadas'' sea su ahora, identidades que pugnan por construir también contracultura, una línea en contravía de lo que no cambió, de lo que no finalizó: una sociedad excluyente, intolerante y sorda a las musicales palabras que ellos siguen gritando, cantando, bailando, soñando y pintando en los barrios de la nororiental.
1 Todas las citas que no tienen referencia son textos del autor.
Gaviria, V. (1990). Rodrigo D No Futuro. Recuperado http://www.proimagenescolombia.com/secciones/cine_colombiano/peliculas_colombianas/pelicula_plantilla.php?id_pelicula=204
Red Cultural Comuna 1 (2009). Recuperado de: https://comunapopular.org/organizaciones-sociales/
Red Cultural Comuna 2 (2018). Recuperado de: http://redculturalc2.blogspot.com.co/
Red Cultural Comuna 3 (2011). Recuperado de: https://ninfathed.wordpress.com/paginas-web/comuna-3/comuna3/
Red Cultural Comuna 4 (2018). Recuperado de https://redculturalcomuna4.wordpress.com/acerca-de/